No es necesario creer en un progreso.
No es necesario creer en un bienestar.
No es necesario creer en la igualdad.
No es necesario creer en la beldad humana. MANIFIESTO MALNACIDO
Estamos en coma, contagiados por una generación enferma, la de nuestros padres, maestros y jefes. Como resultado de la explosión de las protestas sociales en los sesenta y setenta, los miembros de la generación del milenio hemos crecido con la idea de que la clave del éxito personal es localizar al enemigo culpable de nuestros problemas y atacarlo hasta la muerte. La televisión, la música y los medios escritos (tan parciales y sesgados hoy como hace 50 años pero ahora del lado opuesto) nos han querido enseñar que el culpable es siempre el güey de arriba, que debemos protestar en contra del presidente, del gabinete, del que da las noticias, del director de la escuela, del dueño de la empresa, del rico, del bonito, de Estados Unidos, de Estados Unidos, de Estados Unidos.
A la cultura revolucionaria de los sesenta le sucedió lo mismo que a las vanguardias tiempo antes y a las demostraciones contraculturales tiempo después. Víctima de una interminable cadena de teléfonos descompuestos, se convertiría en una masilla ideológica sin sentido cuyo propósito final se deformaría hasta quedar irreconocible. Por esto, hoy no se hacen más que protestas por el sólo acto de protestar… La vanguardia por la vanguardia misma… La contracultura porque sí… Todo acaba igual, en el punto de partida. Toda carretera, por más moderna, larga o compleja que sea, siempre llevará al mismo punto: un pueblito feo y olvidado que apesta a baño de cantina. De eso se trata vivir en un país en “vías de desarrollo”, de aprender a vivir entre orines y acostumbrase al olor a caca.
Afrontémoslo, el concepto de revolución perdió el sentido hace décadas. La historia nos ha demostrado que todo Estado, personaje o movimiento revolucionario no hace más que retrasar el desarrollo del ámbito al que se aplique pero haciendo la ilusión temporal de que lo están mejorando. De este modo, no hace falta más que unos cuantos años para que todos los revolucionarios, por mejor intencionados que sean, se conviertan en sus propios enemigos. ¿Solución? Hacer las paces consigo mismos, aceptar que su naturaleza es la misma que la de sus predecesores, es decir, aceptar que siempre han sido y serán Mal Nacidos (ejemplos: Cuba, el PRI, el rock).
¿Entonces es este un sitio reaccionario? ¿Nos estamos quejando? ¿Queremos una nueva revolución (una que “AHORA SÍ va a funcionar”)?
¡NO SEÑOR! Ese es el lado positivo de pertenecer a una generación entumida e idiotizada por la supuesta razón de la generación anterior. Tenemos que aceptar que, si se aprende a usar adecuadamente, la libertad de expresión por la que tanto lucharon nuestros padres es sumamente divertida.
Nuestra clave: la doble moral. Nuestro método: pisa y corre. Ya a finales del siglo XX los jóvenes tuvimos la suerte de adquirir un derecho de nacimiento nunca concebido en el pasado: podemos quejarnos al mismo tiempo que hacemos todo eso de lo que nos quejamos y aún así estar en lo correcto. No parece tener sentido, ¿verdad? No te preocupes, aquí eso es lo de menos… ¡Bienvenido a la generación MalNacido!
Un mal nacido ES lo que parece. A un mal nacido no se le lee entre líneas buscando indicadores de protesta o revolución irónica pero tampoco se le toma la palabra literalmente. ¿Cobarde? Muy probablemente, pero si algo nos han enseñado nuestros mayores es que eso está completamente bien.
Lo que ves es lo que tienes: somos unos chavitos babosos, educados, bien leídos e informados, pero babosos al fin. Veinteañeros mexicanos aburridos pero con las ganas de hacer algo y con el tiempo para quejarnos de lo que sea hasta que nos aburramos de eso también y pasemos a otros asuntos más trascendentales como nuestros trabajos, estudios, relaciones sociales o expresiones artísticas. Somos exactamente iguales a ti, iguales a todos nuestros compañeros de época y no nos da pena admitirlo. La única diferencia es que nosotros somos mucho, muchísimo más atractivos y tenemos más parejas sexuales.
Tomando esto en cuenta y dejando atrás las revoluciones y deseos anticuados de cambio, te invitamos a considerar nuestras opiniones sin darles más vueltas de las que merecen. Te invitamos a opinar también. Diviértete, que a eso se viene al mundo. ¿Tienes el dinero para comprar una computadora con acceso a Internet o para pagar un cibercafé y entrar a esta página? Perfecto, entonces te irás a la cama hoy con el estómago lleno y por lo tanto no tienes por qué romperte la cabeza pensando si le echarás la culpa de todos tus problemas a Bush, a Fox, a Chávez, a Zapatero o a quien dirija tu país. No pienses en los pobres si no planeas ayudarlos. No pienses en las víctimas de la guerra o de la inseguridad si sabes que no los vas a salvar marchando en una protesta. No busques una revolución si no sabes manejarla. Afróntalo, la culpa de tus pesares no es de tu jefe, de tu papá o de Televisa, la culpa la tenemos todos y por ley general, eso nos absuelve completamente.
Tú también eres un MalNacido y si no has hecho nada por cambiarlo es por el simple hecho de que no está mal, ya deberías saberlo. Si no te das cuenta de esto y lo aceptas, estás perdiendo por completo el punto de vivir en nuestros tiempos.
Por favor, sé feliz porque de eso se trata todo.
Atte.
S. Malnacido